Así era el cortejo en la época de 'Los Bridgerton': bailes donde no se puede 'repetir' pareja y 'citas' con carabinas durante años

Fotograma de 'Los Bridgerton', temporada 3
Fotograma de 'Los Bridgerton', temporada 3
Cinemanía
Fotograma de 'Los Bridgerton', temporada 3

Veros, sonreíros, apartar la vista... Algunas formas de ligar no pasan de moda. Lo hacemos en los bares, en el transporte público, en las fiestas de los pueblos y en mitad de la calle. Conocemos los rituales y los repetimos con la esperanza de sacar de ellos un rato divertido y, en el mejor de los casos, una bonita historia de amor, como lo hacían las mujeres y hombres de las historias que hoy vemos y leemos en la ficción, enfundados en vestidos largos de colores y elegantes trajes de chaqueta.

Aunque más que una cuestión personal, durante el siglo XIX -para las clases altas de la Regencia Británica- encontrar el amor era una cuestión social. Desde el primer rubor hasta los votos finales en el altar, el cortejo estaba sujeto a unas estrictas normas sociales que establecían que comportamientos eran adecuados y cuáles eran objeto de críticas y habladurías que podían llevar a destruir por completo la reputación de alguien.

La 'social season' de Londres, el periodo de cortejo

La social season de Londres o 'temporada social' era el periódo más importante del año para la élite social británica, que durante estos meses residía en la capital en lugar de en el campo -donde tenían sus mansiones, a las que consideraban su hogar principal- para poder acudir a los eventos sociales e involucrarse en la vida política.

Esta temporada coincidía con el periodo de sesiones del Parlamento, que comenzaba poco después de Navidad, hasta comienzo de verano, y jugaba un importante papel en la vida política, acudiendo casi todos los miembros de las Casas del Parlamento -Lores y Comunes- a sus eventos.

Durante estos meses, la alta sociedad participaba en innumerables cenas, bailes, asambleas, actos benéficos y eventos deportivos como los ecuestres del Royal Ascot o los náuticos de la Henley Royal Regatta en los que la piedra angular era el matrimonio, y el objetivo final de las y los invitados era generar un ambiente idóneo para conocerse. Era, en otras palabras, una época para roneo.

El matrimonio, una forma de escalar socialmente

¿Cómo elegir al candidato perfecto? Muy fácil. Cuánto más prestigio tuviera, mejor. A aquellos bailes, además de miembros de la aristocracia, que, por lo general, se emparejaban entre ellos, acudían burgueses con mayor o menor riqueza que buscaban candidatos nobles para aumentar su prestigio y estatus social. 

El caso de los hombres, como en casi todos los capítulos de la historia, era más flexible. Ellos, a diferencia de las mujeres, podían elegir con menos presión a una pretendienta de su mismo rango e incluso valorar emparejarse con 'plebeyas'. Así, esta compleja búsqueda del amor, en la que el dinero era un requisito indispensable, se sucedía bajo la atenta mirada de las familias que se encargaban de organizar las veladas y controlar escrupulosamente a los invitados.

La regla del baile: cambiar de pareja cada canción

Lo de 'bailar solas' aún no se llevaba en el siglo XIX. En aquel entonces, bailar era sinónimo de cita, aunque había una regla clave: no se podía repetir con el mismo hombre si no se conocían de antes. Ellos eran quienes invitaban a las mujeres y aunque estas podían rechazar la invitación, si lo hacían, debían rechazar también a otros hombres durante el mismo evento.

Bridgerton Temporada 1.
Bridgerton Temporada 1.
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Además, se esperaba que la gente bailara con varias personas y la regla era cambiar de pareja cada dos bailes. Eso sí, aunque el acercamiento que implicaba agarrarse las manos y mirarse a los ojos mientras durase la canción no permitía mayor contacto físico, de hecho, debían despedirse únicamente con reverencias.

Nos gustamos, ¿y ahora qué?

Tras los bailes y las formalidades, comenzaba el cortejo -aún más formal, si cabe- para el cual los hombres debían pedir permiso a las familias para iniciar un noviazgo. Además, las primeras 'quedadas' se producían en presencia de otras personas. De hecho, invitarles a tomar el té era una de las formas más comunes de conocer al futuro consorte.

En total, un noviazgo típico duraba de uno a cuatro años, en los que la pareja se conocía a través de diversas actividades -con carabina- en las que, por supuesto, no se contemplaba pasar las noches juntos. Aunque, como ocurre ahora con métodos más instantáneos, también era muy popular la correspondencia, especialmente para las parejas que vivían alejadas.

Y cuando, al fin, se oficializaba el compromiso mediante una propuesta de matrimonio, no había marcha atrás. De hecho, si el compromiso se rompía, la parte perjudicada tenía derecho a pedir una compensación económica por ello. 

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